Estalla en España la guerra del tabaco. Los hospitales atienden a los primeros heridos

enero 7, 2011
Para aquellos que no vivan en España hay que comenzar advirtiéndoles que éste es un país exagerado en todo su esplendor para lo bueno y para lo malo. No tenemos término medio.

Hasta el pasado domingo 2 de Enero seguía pensando que un conflicto en nuestro país se produciría sólo si prohibieran el alcohol y el fútbol, pero me equivoqué en mi apreciación y debo añadir también el tabaco, el desencadenante del conflicto que nos está proporcionando noticias para dar y regalar casi todos los días.

Ya habrás leído mucho sobre la prohibición de fumar en todos los lugares públicos cerrados y en algunos abiertos, habrás escuchado y leído que vuelven las delaciones al panorama patrio, algo que creía que ya sólo formaba parte de nuestra inquisición, pero hemos vuelto a los orígenes.

Realmente no sé cómo se puede llegar a una situación límite en la que la mitad del país está contra la otra mitad y todos contra el Gobierno por una prohibición exagerada que con haber usado el sentido común, se podría haber solucionado sin perjudicar a nadie: fumadores y no fumadores.

Se dan además unas cuantas paradojas que convierten el conflicto en algo surrealista. El Gobierno ingresa en torno a los 10.000 millones de euros cada año por los impuestos al tabaco. Más del 60% del precio que se paga va al Estado. Establecimientos en los que no está permitido fumar, tras la entrada en vigor de la nueva ley, disponen de máquinas expendedoras de tabaco, aunque no se pueda consumir dentro. Y ya ni hablamos de los límites físicos para fumar cerca de hospitales, colegios o parques para niños. No sé especifica si son necesarios 20 metros, 50 ó 100 metros o un kilómetro.

En los últimos días han surgido los amotinados que se niegan a cumplir la Ley en sus locales y alguno que ha sacado su martillo reglamentario y ha hecho pedazos la máquina expendedora de tabaco de su establecimiento.

Los hospitales ya han tenido que atender a las primeras víctimas de esta guerra declarada a las que han tenido que aplicar varios puntos de sutura. De momento son escaramuzas menores provocadas por discusiones. Hasta ahora los contendientes no han utilizado armamento pesado. Están tanteando el terreno con las manos desnudas o con pequeños objetos contundentes.

Recuerdo en este punto un relato del escritor Quím Monzó que lei en El Periódico de Cataluña, en el que recreaba hace más de 15 años una situación extrema en la que los fumadores perseguidos por su condición, se habían visto obligados a reunirse en catacumbas. Escondidos en el subsuelo conseguían burlar la prohibición e intercambiar caladas. Todavía no hemos llegado a ese nivel, pero veo que estamos ya cada vez más cerca.

Como en un debate que se precie, los defensores y los detractores de la nueva Ley están argumentando a favor y en contra en todas las tertulias y foros y hay incluso quienes hablan de que la nueva medida no es más que una nueva cortina de humo del Gobierno para esconder otras miserias, aunque en este caso la metáfora no funciona con la prohibición sino que se haría efectiva si la medida obligara a todos a fumar, que no es el caso, afortunadamente.

La batalla continúa y seguiremos informando porque los fundamentalistas a favor y en contra nos dan a dar mucho juego en los próximos días.

Por cierto, por si alguien se lo ha preguntado. Sí. Soy fumador, aunque un tanto anárquico. No fumo demasiado y puedo pasarme varias horas o incluso un día sin encender un pitillo. En alguna ocasión he pensado que fumo por aburrimiento.

La imagen la encontré en El secreto de las pulgas.